Santos e ditadores
Por Joana Lopes, Portugal, Blog ENTRE AS BRUMAS DA MEMORIA AQUI
A propósito da beatificação de João Paulo II, Carlos Esperança recordou a sua intervenção a favor da libertação de Pinochet quando este foi detido em Londres, o que refrescou em mim outras memórias relacionadas com o Chile e com a actuação daquele papa.
Num silêncio pesado como chumbo, e apesar de protestos de católicos de vários países, o Vaticano nada denunciou, durante os doze anos em que o papado de JP II coincidiu com a ditadura de Pinochet.
Mas a América Latina não esqueceu:
«El mundo católico no para de llorar por la muerte de Juan Pablo II. El lamento por su desaparición ha resonado en todo el orbe al punto que ya se alzan voces proponiendo se santifique a Karol Wojtyla por su obra mundial. Pero una cosa es estar triste y otra cosa es cerrar los ojos a hechos no tan santos como cuando dio su respaldo a los dictadores de turno de América Latina y le volteó la espalda a hombres como Monseñor Oscar Arnulfo Romero que denunciaba la matanza de los desposeídos de su pueblo.
Quién no se acuerda de sus fotos hablando amenamente con Augusto Pinochet y bendiciéndolo en abril de 1987 y posteriormente saliendo con el dictador al balcón del Palacio de la Moneda donde murió trágicamente Salvador Allende. También los archivos guardan la felicitación personal del papa a Pinochet con motivo de su boda de oro. En 1999 abogó por la liberación de Pinochet cuando fue detenido en Londres. Mientras que sus relaciones con el jefe de la junta militar de Argentina, general Jorge Videla eran cordiales, jamás quiso recibir a las Madres de la Plaza de Mayo que anhelaban pedirle ayuda para saber sobre sus hijos y nietos, según se quejaron siempre ellas. (…)
Las Madres de la Plaza de Mayo, los familiares de los desaparecidos en Chile, El Salvador etc., no estarán de acuerdo en que Juan Pablo II sea santificado.»
Ou seja: vai-se buscar a cura de uma freira que, alegadamente, deixou de ter Parkinson por intervenção de um ser humano, para justificar uma «beatitude», e não se tem em conta o lado da barricada – neste caso a de um ditador, brutal como foi Pinochet - em que o mesmo ser escolheu colocar-se durante todo o seu longuíssimo pontificado. Peanuts, para os salões de S.Pedro…
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A propósito da beatificação de João Paulo II, Carlos Esperança recordou a sua intervenção a favor da libertação de Pinochet quando este foi detido em Londres, o que refrescou em mim outras memórias relacionadas com o Chile e com a actuação daquele papa.
Num silêncio pesado como chumbo, e apesar de protestos de católicos de vários países, o Vaticano nada denunciou, durante os doze anos em que o papado de JP II coincidiu com a ditadura de Pinochet.
Mas a América Latina não esqueceu:
«El mundo católico no para de llorar por la muerte de Juan Pablo II. El lamento por su desaparición ha resonado en todo el orbe al punto que ya se alzan voces proponiendo se santifique a Karol Wojtyla por su obra mundial. Pero una cosa es estar triste y otra cosa es cerrar los ojos a hechos no tan santos como cuando dio su respaldo a los dictadores de turno de América Latina y le volteó la espalda a hombres como Monseñor Oscar Arnulfo Romero que denunciaba la matanza de los desposeídos de su pueblo.
Quién no se acuerda de sus fotos hablando amenamente con Augusto Pinochet y bendiciéndolo en abril de 1987 y posteriormente saliendo con el dictador al balcón del Palacio de la Moneda donde murió trágicamente Salvador Allende. También los archivos guardan la felicitación personal del papa a Pinochet con motivo de su boda de oro. En 1999 abogó por la liberación de Pinochet cuando fue detenido en Londres. Mientras que sus relaciones con el jefe de la junta militar de Argentina, general Jorge Videla eran cordiales, jamás quiso recibir a las Madres de la Plaza de Mayo que anhelaban pedirle ayuda para saber sobre sus hijos y nietos, según se quejaron siempre ellas. (…)
Las Madres de la Plaza de Mayo, los familiares de los desaparecidos en Chile, El Salvador etc., no estarán de acuerdo en que Juan Pablo II sea santificado.»
Ou seja: vai-se buscar a cura de uma freira que, alegadamente, deixou de ter Parkinson por intervenção de um ser humano, para justificar uma «beatitude», e não se tem em conta o lado da barricada – neste caso a de um ditador, brutal como foi Pinochet - em que o mesmo ser escolheu colocar-se durante todo o seu longuíssimo pontificado. Peanuts, para os salões de S.Pedro…
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