Do Blog de Joana Lopes, ENTRE AS BRUMAS DA MEMORIA, AQUI
O OLHOHubo un tiempo en que los hombres y mujeres estaban convencidos de que todos y cada uno de sus actos tenían al menos un espectador divino, quien sabía todo acerca de sus acciones (y pensamientos), que podía entenderlos y, de ser necesario, castigarlos. Uno podía ser un proscrito, un bueno para nada, un don nadie ignorado por sus prójimos, una persona que sería olvidada en el momento en que muriera, pero estaba convencido de que, al menos, alguien le prestaba atención. (…)
Hoy en día, si este testigo que todo lo ve ha desaparecido, ¿qué es lo queda? El ojo de la sociedad, de nuestros pares, aquellos ante quienes debemos mostrarnos para evitar descender al negro hoyo del anonimato, al remolino del olvido - incluso si significa hacer el papel de idiota del pueblo, de quedarse en paños menores y bailar sobre una mesa en la taberna local. Aparecer en la pantalla se ha convertido en el sucedáneo para la trascendencia y, tomando todo en cuenta, resulta un hecho gratificante. Nos vemos a nosotros mismos - y somos vistos por outro - en este más allá televisado, donde podemos disfrutar simultáneamente de todas las ventajas de la inmortalidad (aunque de tipo rápido y pasajero) y tenemos la oportunidad de ser celebrados en la Tierra por nuestro acceso al Empíreo.
El problema es que, en estos casos, la gente confunde el significado doble de la palabra reconocimiento. Todos nosotros aspiramos a ser reconocidos por nuestros méritos, nuestros sacrificios o cualquiera otra cualidad que podamos tener. Pero, después de haber aparecido en la pantalla, cuando alguien nos ve en la taberna y dice "Te vi en la televisión anoche", sólo te reconoce en el sentido de que reconoce tu cara - que es algo muy diferente.
Hoy en día, si este testigo que todo lo ve ha desaparecido, ¿qué es lo queda? El ojo de la sociedad, de nuestros pares, aquellos ante quienes debemos mostrarnos para evitar descender al negro hoyo del anonimato, al remolino del olvido - incluso si significa hacer el papel de idiota del pueblo, de quedarse en paños menores y bailar sobre una mesa en la taberna local. Aparecer en la pantalla se ha convertido en el sucedáneo para la trascendencia y, tomando todo en cuenta, resulta un hecho gratificante. Nos vemos a nosotros mismos - y somos vistos por outro - en este más allá televisado, donde podemos disfrutar simultáneamente de todas las ventajas de la inmortalidad (aunque de tipo rápido y pasajero) y tenemos la oportunidad de ser celebrados en la Tierra por nuestro acceso al Empíreo.
El problema es que, en estos casos, la gente confunde el significado doble de la palabra reconocimiento. Todos nosotros aspiramos a ser reconocidos por nuestros méritos, nuestros sacrificios o cualquiera otra cualidad que podamos tener. Pero, después de haber aparecido en la pantalla, cuando alguien nos ve en la taberna y dice "Te vi en la televisión anoche", sólo te reconoce en el sentido de que reconoce tu cara - que es algo muy diferente.
UMBERTO ECO
Um comentário:
Há um processo claro na substituição da fides pelo regnum, do sacro pelo profano, do Reino de Deus pelo cada vez mais onipotente Estado. E este, se torna o olho que tudo e a todos vê. A parafernália moderna disponível ao Big Brother faz com que todos estejamos expostos ao doberman estatal. Não há como fugir. Foi uma opção da sociedade, estabelecida por seus intelectuais, produzir o que está fora de cada um de nós. Somos analisados pelo que temos, pelo que somos úteis ao modelo da máquina. Qualquer manifestação que não possa ser enquadrada como utilidade social é desprezada. Assim, corremos todos e desesperadamente para frente dos holofotes, pois somente nos satisfazemos pelo olhar alheio. Ou somos úteis ou inúteis. E ai daquele que pretende ser e não mostrá-lo através do ter. À máquina que nos devora só interessa pelo que externamos. Somos o que produzimos e o que temos. E ponto final! A angustia que percebo em meus amigos, nas pessoas que se drogam em viagens infrutíferas e destrutivas, a presença da massa nos espetáculos teatrais, musicais, onde se entregam com volúpia e energia, termo usado pelos atores quando imersos no ruído das multidões, nos fazem pensar em desarmonia. Há algo fora do lugar no existir humano. O consumismo nos cobra permanentemente uma nova aventura, um novo prazer, pois se esgota tão rapidamente na mesma velocidade com que é criado. O que querem os egípcios, os tunisianos, os chechenos, os bolivianos, os cubanos, os norte-coreanos, os venezuelanos? Saberiam dizer para que rumo dirigem suas emoções e apelos? O momento é propício para os falsos profetas, para os salvadores da pátria, para novos arroubos ideológicos. Vivemos um tempo curioso e perigoso!
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